Mi bella sirena, Parthenope.

La fundación de Nápoles está ligada a la mitología griega, concretamente a la sirena Parténope. Es una historia de amor y de pasión. Cuenta la leyenda que Parténope era una bellísima muchacha. Era tan bella, que la diosa Afrodita sentía celos de ella y para castigarla, la convirtió en un ser mitad humano, mitad pez.

Más adelante, la joven sirena cayó prendida de Ulises (Odiseo) y de sus hazañas. Estaba tan prendida de él, que cuando se enteró que su barco pasaría junto al Golfo de las sirenas, engañó a sus hermanas para ser la única que fuese a cantarle.

Según podemos leer en la Odisea: Ulises sabía del influjo cautivador de las sirenas, de sus cantos hermosos pero mortales. Aquellos que oyesen el canto de las sirenas, correrían desenfrenados a buscarlo, a encontrarlo, a morir por él.

Es por ello que Ulises mandó a sus compañeros que lo atasen al mástil del barco, y que todos los tripulantes se pusieran tapones de cera en los oidos. Cuando llegaron a las cercanías del golfo de las sirenas, la pobre Parténope comenzó a cantarle a su amado.

Parténope, sabía el riesgo que corría al cantarle a tan bravo aventurero y pese a ello, lo hizo por amor. Si una sirena le canta a un mortal y este, no cae en tus brazos, la sirena muere. Al principio la canción de amor era fuerte, intensa y Ulises la oyó sin poder acudir a los brazos de la pobre Parténope, que poco a poco fue muriendo. Al final, la canción se tornó un quejido y nuestra pobre sirena, dejó de cantar para siempre.

Las corrientes la transportaron por el mar y las olas la depositaron en la orilla del Golfo de Nápoles. Allí unos pescadores la encontraron, la enterraron y construyeron un templo en su honor. Con el tiempo, más gente comenzó a vivir en torno al templo.

Así fue como surgió Nápoles: a partir del amor de una sirena, por el héroe Ulises. Una historia de amor, de canciones, de mitos y leyendas. Una historia y unos sentimientos, que aún perduran en la ciudad y los napolitanos. Mi bella Parténope.

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Mi bella sirena, de ojos caoba.

Cantando a la deriva, derivando en mi boca.

Sinuosa cuando llega, preciosa cuando torna.

Mi bella sirena, de ojos almendra.

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